Roma se prepara para elegir al 267.º sucesor de San Pedro

 Hoy se iniciará la votación. Nada indica que habrá humo blanco.

En la jornada de hoy se iniciará el cónclave para elegir al 267.º, sucesor de San Pedro, el nuevo Papa, tras la muerte de Francisco, ocurrida el pasado 21 de abril a los 88 años. Es uno de los eventos más solemnes y cargados de simbolismo en la Iglesia católica.

Hoy, los cardenales participarán en la Misa Pro Eligiendo Pontífice en la Basílica de San Pedro. Tras esta celebración, ingresarán en procesión a la Capilla Sixtina. Una vez escuchado el tradicional "Extra omnes", comenzará oficialmente el cónclave. El telón se correrá cuando 133 cardenales electores, llegados de todos los rincones del mundo, ingresen a la Capilla Sixtina para iniciar el proceso secreto y milenario que, bajo el lema extra omnes ("¡fuera todos!"), busca designar al nuevo líder espiritual de más de 1.300 millones de católicos.

Desde que se cerraron las puertas de la Capilla Sixtina -que permanece fuera del alcance del público desde la semana pasada- se ha trabajado intensamente para acondicionar este espacio renacentista, cubierto por los frescos de Miguel Ángel, para alojar uno de los rituales más antiguos del cristianismo: la elección papal.

Antes de que empiece cada votación, los tres principales asistentes litúrgicos -el secretario del Colegio Cardenalicio, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y los Maestros de Ceremonias- abandonan la Capilla. Luego, el último Cardenal Diácono asegura el aislamiento sellando las puertas. No habrá comunicación externa. Ni declaraciones a la prensa. Sólo los cardenales -algunos de ellos novatos, muchos sin dominio del italiano- tendrán voz y voto dentro.

EL MÉTODO DEL VOTO

Cada cardenal recibirá dos o tres papeletas. Rectangulares, discretas, las tarjetas tienen un espacio designado para escribir el nombre del candidato propuesto. Una vez emitidos los votos, el primer escrutador baraja las papeletas en la urna. El último las extrae, una por una, leyéndolas y colocándolas en otro recipiente. Si el número de papeletas no coincide con el número de votantes, se anulan y se repite la votación.

En cada jornada se contemplan hasta cuatro escrutinios: dos en la mañana y dos en la tarde. Si en tres días consecutivos no hay consenso, se decreta una pausa para la oración, el diálogo fraterno y una exhortación espiritual. Este ciclo puede repetirse dos veces más, con pausas dirigidas por los cardenales mayores de cada orden (diáconos, presbíteros y obispos). Si aún no se alcanza la mayoría de dos tercios, se procede a una votación final entre los dos nombres más votados. Esta estructura busca evitar bloqueos y abrir espacios a la reflexión espiritual más que al cálculo político.

Aunque el hermetismo es estricto, fuera de los muros del Vaticano, analistas y vaticanistas hacen sus propios cálculos. Entre los nombres que más suenan están el italiano Pietro Parolin y el filipino Luis Antonio "Chito" Tagle. Ambos podrían conseguir apoyos iniciales significativos, pero -según fuentes cercanas- podrían también anularse mutuamente en sucesivas rondas, abriendo espacio a una tercera figura de consenso. Las divisiones lingüísticas y la cantidad de cardenales que participan por primera vez podrían marcar un cónclave largo, más deliberativo que otros recientes.

A diferencia de cónclaves pasados, este encuentro presenta un Colegio Cardenalicio con una representación más diversa y menos homogénea: más cardenales de África, Asia y América latina; más rostros nuevos y menos afinidades políticas claras. Se percibe -según fuentes vaticanas- una "gran desorientación" en la fase previa. Esta podría ser una elección donde el Espíritu Santo encuentre espacio en la apertura al diálogo y en la necesidad de consenso genuino, en lugar de alianzas fijas.

Mientras el mundo observa, la Capilla Sixtina se convertirá nuevamente en el escenario de un proceso íntimo, silencioso y profundamente ritual. La elección del sucesor de Francisco marcará un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia católica, y su resultado -esperado quizás en días, quizás en una semana- no sólo definirá el perfil espiritual del nuevo Papa, sino también su orientación frente a los desafíos del siglo XXI: la secularización, la crisis ambiental. 


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